¡HASTA PRONTO!
«¡Hasta pronto!, me dijo y colgó
el teléfono. Me quedé pegado; mirando con cara de tonto la pantalla de mi nuevo
Smartphone de 4 Gigas y con conexión a Internet. Me vi en una estación de
ferrocarril, justo en el momento de arrancar el tren cuando a través de la
ventana del vagón intuyes un ¡Hasta pronto! lanzado desde el interior del vagón
y con deseos de volver a verse.
Este no era el caso.
Tardé varios segundos en
reaccionar. Estaba en compañía de una silueta dibujada en la pantalla de mi
Smartphone 4 Gigas, que sonreía irónicamente y una nota escueta y real: llamada
finalizada.
El ¡Hasta pronto! resonaba en mi cabeza como
una migraña «¡Joder! Esto me suena a despedida definitiva», pensé, mientras
dudaba en volver a marcar, pero no lo hice, el ¡Hasta pronto! cayó en mí como
una orden militar: no se te vuelva ocurrir ni por casualidad llamarme en tu
puta vida.
Busqué una botella de güisqui de
malta, que guardaba para los malos ratos, me serví una copa y me la bebí a palo
seco pero sin dejar de mirar mi Smartphone de 4 Gigas por si sonaba de nuevo
¡Qué ingenuo!
Ni su nombre, ni su número aparecieron jamás
en su pantalla.
Así que lo dejé pasar, pero
nunca pronuncie en mi vida un ¡Hasta pronto! Me pasé al: ¡No tardes en volver!
¡Pásalo bien! ¡Nos vemos! ¡Te espero! ¡Mándame un e-mail! ¡Llámame! O
sencillamente ¡Adiós o Vete y no vuelvas nunca jamás! Como decía la canción.
Aquel batacazo amoroso dejó
tocado y hundido mi ego y sobre todo mi vanidad de hombre. El ¡Hasta pronto! Ni
me lo había imaginado, ni lo había visto venir y eso me agobiaba.
Comencé a sufrir una total
inseguridad ante todo con las mujeres. Había sido un pardillo total y yo
creyéndome Superman.
Fue un verdadero palo.
Pero no hay una sola noche que a
la hora de acostarme no me pregunte: «¿Qué había hecho mal? ¿Por qué aquello sucedió
tan de repente? ¿Pero qué?»
No encontré respuesta a tanta
pregunta, pero la realidad es terca y yo de la noche a la mañana me quedé
compuesto y sin pareja.
A pesar de todo jamás borre su
número de teléfono de mi Smartphone.
Era invierno de un año que ni
tan siquiera recuerdo.