sábado, 15 de diciembre de 2012

Ruavieja 32

Ruavieja 32
Este es la contraportada de mi primera novela publicada y que tantos buenos recuerdos me traen, es imposible olvidarse de su nacimiento y presentación en sociedad: ruedas de prensa, la sala llena, el calor asfixiante y nervios, muchos nervios. Hoy en día está agotada, pero nadie se quiere hacer cargo de una tercera edición. Sin más ahí va:
Los habitantes de Logroño, reciben con alegría la proclamación de la República, las gentes menos pudientes ven en este sistema una oportunidad de acabar con las grandes diferencias de clase que todavía persisten en esta pequeña ciudad -por aquel entonces una capital de provincias pequeña y poco industrializada-. Todo el mundo lo vive con especial ansiedad:unos, porque con el nuevo regimén ven la esperanza de cambiar de vida; muchos por salir de la miseria, tanto económica como intelectual; y otros abortando cualquier atisbo de libertad, porque los caciques no estaban dispuestos a permitir que otros accedieran a estratos más libres que históricamente sólo habían disfrutado ellos. Se respira tensión y violencia. La situación es insostenible, ninguno de ellos es capaz de prever lo qué se les viene encima. Una familia trabajadora pero ilustrada ve pasar ante sí los acontecimientos históricos sin apenas poder hacer nada, a pesar de de que son los verdaderos protagonistas de los mismos. Santiago, un zapatero remendón y un teórico de la política; Cata, "la sastra", esposa del zapatero y una mujer adelantada a su tiempo, Vladi ; el hijo de ambos, un hombre hecho a sí mismo, luchador infatigable y sobre todo comprometido con sus ideales de progreso y la libertad; y el Cali, un viejo ácrata y firme defendor de los principios anarco-sindicalistas, junto a otros personajes del Casco Antiguo, serán víctimas de las convulsiones sociales de las que no tendrán escapatoria

viernes, 27 de enero de 2012

El diario de Antonio Díaz

«Dicen que en todas las guerras hay personajes sin escrúpulos que amasan grandes fortunas y poder, y otros que siendo ya miserables se convierten en mezquinos; pero todos ellos tienen un denominador común: la vileza. Dicen que si las confrontaciones son fratricidas los seres humanos sacan lo peor de su lado oscuro, la crueldad alcanza límites insospechados y la ruindad se apodera de todos los buenos sentimientos que, se supone, tenemos en el fondo de nuestras almas. Dicen que las guerras son capaces de convertir a corderos en lobos y a estos en verdaderas alimañas. Dicen también que, en la guerra, nuestros actos están dominados por el miedo y la desconfianza, que los amigos se tornan enemigos y que, entonces, y solamente entonces, es cuando la amistad se pone a prueba. Aquella que sobrevive en estas circunstancias jamás caduca ni se desvanece. Yo tuve la desgracia y la suerte de conocer todos esos matices